domingo, 17 de octubre de 2010

Cuando Che era Tatu

   El ruido del motor fuera de borda que venía desde lejos puso en estado de alarma a una compañía de guerrilleros congoleses junto a la costa de Kibamba.
   Según se aproximaba la lancha por el lago Tanganica, varios de sus tripulantes iban siendo identificados como oficiales del Consejo Nacional de la Revolución. Pero el potente sonido hizo sospechar que la embarcación no era de las modestas con las que contaba el Frente, sino una mercenaria que traía a bordo a algunos compañeros prisioneros.


   El jefe de la compañía orientó no disparar hasta tanto desembarcaran para que no pudieran escapar los supuestos enemigos. Afortunadamente se identificó entre los recién llegados a Mitudidi Leonard, el jefe del Estado Mayor del Frente Este, por lo que el combate no ocurrió.
Junto al africano desembarcó un hombre blanco de facciones latinas. Muy pocos conocían el secreto: Che Guevara arribaba al Congo con el alba del 24 de abril de 1965.
   Un grupo de aproximadamente 100 cubanos fogueados en la lucha insurreccional, había sido seleccionado para acudir a la solicitud hecha por la dirección del Movimiento de Liberación Nacional del entonces Congo Belga, hoy Zaire.
   El color oscuro de la piel y su experiencia guerrillera sirvió de manto para que el Comandante Víctor Dreke aparentara ser el jefe de los recién llegados.
   Los internacionalistas cubanos adoptaron, según la supuesta jerarquía, los nombres de los números en el dialecto swahili que se hablaba por los habitantes de la región congolesa donde se encontraban. Así, Dreke comenzó a llamarse Moya (uno); José María Martínez Tamayo, Mbili (dos); y Che sería Tatu (tres), nombre que ganó celebridad entre aquellos patriotas.
   Muy poco se ha escrito sobre esa epopeya pero el Doctor Freddy Ilanga Yatii (ya fallecido), quien fuera neurocirujano pediatra del hospital Juan Manuel Márquez, en la Ciudad de La Habana, registró en su memoria pasajes imborrables de la estancia del Guerrillero Heroico en el Congo.
   “Yo tenía 16 años de edad cuando conocí a Tatu. A los tres o cuatro días de estar él allá oí una conversación entre Mitudidi y otro compañero del Frente Este, en la que el jefe del Estado Mayor le pedía a este compañero que ayudara a Tatu, que era el tercer hombre de Cuba y que se llamaba Che Guevara.
   “Inmediatamente Mitudidi se percata de que yo estoy oyendo la conversación y me dice: 'Si alguien aquí se entera de la verdadera identidad de ese hombre, te fusilo'. Yo no sabía quién era el Che y había oído hablar muy poco de Cuba; pero a partir de ese momento me despertó gran curiosidad saber quién era realmente 'ese blanco tan importante”.
   Freddy Ilanga, quien atendía la seguridad civil y militar en la zona liberada del Frente Este, tuvo que abandonar ese cargo con la llegada del Che.
   “Mitudidi me llamó al día siguiente para decirme que desde ese instante yo tenía la misión de enseñar a Tatu el swahili. Traté de convencerlo para no ocupar esa responsabilidad porque el ambiente no me era favorable por el incidente de la conversación y porque solamente podía entenderme con él en francés; pero insistió y algo airado agregó que era una orden, y que mi misión era estar junto a Tatu, vivir con él y morir junto a él si le llegaba la muerte.
   “Comprendí que no tenía otra alternativa y entonces me fui hasta el campamento donde se encontraba, en una montaña a más de mil metros sobre el nivel del mar. Me presenté ante él y le dije que yo era el maestro de swahili.
   “Me preguntó que cuándo empezábamos las clases y le respondí que ese mismo día. Su mirada me resultaba incómoda porque era muy penetrante e inquisidora. Otra cosa que no me gustaba era que casi diariamente bajaba y subía la loma, se trasladaba constantemente al campamento que teníamos abajo.
   “En una oportunidad cuando subíamos le dio un ataque de asma y un compañero quiso ayudarle a trasladar la mochila y no aceptó. Todo aquello me resultaba chocante. Yo me decía, qué hombre tan extraño.
   “A veces dormía abajo y otras en la cima. Un día quiso dormir arriba y yo solamente había subido con una frazada, el fusil y dos cargadores. Por la noche, ya muy tarde todos estaban durmiendo y él, como casi siempre lo hacía, se quedó leyendo; y yo permanecía despierto a su lado.
   “Como a la una de la mañana me dijo: 'Bueno, vamos a acostarnos'. Le pedí ir junto a mis compañeros congoleses porque no tenía hamaca, y él me expresó que no, que podíamos dormir juntos, y así lo hicimos en la cama que él hizo con cuatro horquetas, una hamaca, paja y un palo por cada lado para estirar la lona.
   “Esa noche casi no pudimos dormir porque la hamaca se hundía en el medio y chocaban constantemente nuestras cabezas.
   “Aquella acción de compartir su cama conmigo me llamó la atención y empecé a comprender que era una gente sensible.
   “Otro día me mandó a cumplir una misión y cuando regresé era la hora de la comida. Al observar mi bandeja se dio cuenta que a la ración de arroz y yuca le faltaban los dos plátanos manzanos que le sirvieron al resto de los compañeros. Me preguntó por ellos y le dije que eso era lo que me habían servido.
   “Inmediatamente mandó a buscar al cocinero y al preguntarle, éste le expresó que se habían acabado y que solamente quedaban los dos de él. Tatu le dijo tráeme los tuyos, los picó, los revolvió en una caldera y me sirvió a mí.
   “Acto seguido le indicó al cocinero que debía estar tres días sin comer como castigo. Yo traté de interceder, pero me dijo que era una orden y que el compañero debió compartir conmigo sus plátanos si repartió mal.
   “Ya lo iba calando más y me iba dando cuenta de que era un jefe exigente hasta consigo mismo, disciplinado y muy justo. Así le fui cogiendo cariño y llegué a tener tanta confianza con él que por las noches le pedía su radio portátil para oír música.
   “El me lo prestaba y siempre me advertía que lo cuidara y que ahorrara las pilas porque era lo único que tenía para oír las noticias del exterior.
   “Después de la muerte de Mitudidi él se comunicaba con el compañero que sustituyó al Jefe del Estado Mayor por medio de mensajes que yo escribía en swahili.
   “Un día le pregunté: '¿Cómo es posible que yo escriba y tu firmes sin saber lo que yo escribo?' Me respondió: 'Lo importante es tener confianza en quien escribe y no es la primera vez que firmo algo en un idioma que no conozco. Estando en Cuba, en el Ministerio, también lo hice'.
   “Esas palabras aumentaron mi curiosidad por saber quién era realmente Che Guevara, por eso me preocupaba por mirar las revistas cubanas que recibíamos para ver si decían algo de él. Y en una ocasión, hojeando una Bohemia vieja, veo su foto. Rápidamente un compañero cubano me la arrebató. Tatu se percató de ello y me la devolvió diciéndome que ese era un hermano mellizo con él.
   “De todas formas mi rostro reflejaba dudas y él lo sabía.”
   Un día el traductor y ayudante del Comandante Guevara enfermó por un paludismo cerebral, según criterios médicos, y el Che lo envió a la ciudad de Kigoma donde fue hospitalizado.
   Después de mejorar, los médicos no permitieron su regreso al campamento. El le hizo una carta a su querido jefe para que lo autorizara a subir.
   Ilanga no recibió la esperada respuesta de Tatu, sólo se le ordenó participar en una operación de traslado por el lago Tanganica, misión que cumplió burlando la vigilancia enemiga.
   “A los pocos días el jefe del Frente Este, Florans Kabila, me comunica que Tatu solicitó permiso a la Dirección del Movimiento para curarme completamente en Cuba.”
   El joven congolés llega a Cuba a finales de 1965. Aquí cursa la Enseñanza Media Superior, la que le fue negada en Burundi por estar censado como revoltoso al integrar el movimiento juvenil lumumbista.
  Le agradeció a Cuba su carrera de Medicina.
   A escasos meses de estar en la mayor de las Antillas, retornan los internacionalistas cubanos porque los propios jefes revolucionarios de la ex colonia belga decidieron suspender la lucha al faltarle unidad y fuerzas suficientes, entre otras condiciones, para desarrollar la guerra.
   Antes de la partida del Comandante Guevara para Bolivia, Freddy asistió a un encuentro con varios de sus compañeros de lucha. Al cabo del tiempo al ver publicada la foto de “Ramón” en el país suramericano, “calvo, afeitado y con espejuelos”, se percató de que había compartido con el Che en aquella recepción a la cual fue invitado para ver si lo reconocía.
   “Al saber de la muerte de Tatu sentí gran nostalgia porque tanto a él como a Mitudidi los quise como se quieren a los buenos padres”.

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