miércoles, 13 de octubre de 2010

"Ni me pelo, ni entrego las armas"


Aquella Bohemia del año 1957 estimuló a Rolando Pardillo Bravo para llevar a cabo la idea que le rondaba en su cabeza desde hacía varios meses.
"Cuando vi publicado un reportaje de Fidel en la Sierra le dije a un amigo: mira, ahora sí me voy pa´ Oriente".

Tenía entonces 23 años de edad y de duro bregar en la vida porque en su natal Tayabacoa, zona rural espirituana, tuvo que enfrentar las injustas exigencias impuestas a un niño de su época.
La necesidad económica familiar hizo que abandonara los estudios en tercer grado y se dedicara a ayudar al padre en zafras azucareras, hornos de carbón y en otros quehaceres.
"Un día me di un machetazo cortando caña que le costó al viejo 100 pesos, por lo que quedó endeudado en ese año. Tuve la desgracia de quedar huérfano de madre a los seis meses de nacido y a los cuatro años perdí a mi abuela paterna que me estaba criando".
A mediados de julio del 57 se apareció en las estribaciones de la Sierra Maestra, en la casa del padre de unos muchachos que compartieron con él la infancia.
"Al verme aquel hombre me preguntó qué hacía allí. Le manifesté que iba a alzarme. Sorprendido me dijo: ' ¿tú estás loco, no sabes que todos los días aparece un muerto en la carretera de Bayamo a Manzanillo".
Sin atender a la alerta del viejo Enrique Suárez, hizo contacto con miembros del Movimiento 26 de Julio en Yara y luego de participar en algunas acciones clandestinas se alzó en la zona de Canabacoa, Manzanillo, a principios del 58, junto Harry Villegas (más tarde sobreviviente de la guerrilla del Che en Bolivia y hoy General de Brigada de las FAR), Joel Pardo, Andrés Meneses y otros jóvenes con inquietudes revolucionarias.
El grupo de unos 40 escopeteros es sorprendido y cercado por fuerzas del ejército que matan a tres de sus integrantes. En el lugar conocido por Nuevo Mundo se reúnen para proseguir la lucha. Allí piden voluntarios con destino a la escuela de reclutas de Minas del Frío y el bisoño Pardillo da el paso al frente.
"Subí descalzo porque ya mis zapatos se habían deteriorado, luego conseguí unos de mujer, los únicos que había; me los puse y seguí andando. Al llegar a la escuela vi por primera vez al Che, quien además de estar al frente de ese centro de preparación militar era el jefe de la Columna 4".
Una de las primeras tareas que cumplió el grupo al que pertenecía el joven Pardillo fue la de abrir trincheras en la zona comprendida entre Las Vegas de Jibacoa y Las Mercedes.
“Tuve la oportunidad de relacionarme con los hermanos Acevedo y otros compañeros que en el desarrollo de la guerra tuvieron una actitud destacada.
"Eran momentos difíciles; nos alimentábamos con plátano burro y un poco de agua con miel.
"Un día seleccionaron a 30 hombres, entre ellos a mí, y nos llevaron a los Altos de Mompié. Allí Fidel nos entregó un fusil a cada uno. Hicimos práctica con aquellas armas mientras el propio Jefe del Movimiento observaba la puntería a través de una mirilla telescópica.
"Fidel nos dijo que cada uno, con las 150 balas recibidas, tenía la responsabilidad de paralizar a igual número de guardias que intentaran subir. Mi escuadra, cuyo jefe era Ciro del Río Guerra, fue designada para reforzar a La Plata, después cumplimos otras misiones.
"Hasta el punto de exploración y fuego donde estábamos llegó el Che, nos dio un binocular para observar los movimientos de los soldados y dijo: 'ustedes no pueden dejarlos pasar, tienen que morir en esta posición".
La fiebre palúdica se apoderó de Pardillo. Sus fuerzas flaquearon y a duras penas podía moverse. El jefe de escuadra le recomendó ingresar en el hospital de campaña. Estuvo de acuerdo en hacerlo si se llevaba el fusil, pero al comunicársele que debía entregarlo expresó: "No, entonces me quedó y trataré de curarme". A pesar de insistírsele decidió continuar con sus compañeros.
El ejército intensificó sus acciones en el escenario de lucha de la Sierra. Casi diariamente había combates, escaramuzas y encuentros. En varios de ellos intervino el joven espirituano como en los de Las Vegas de Jibacoa, de Las Mercedes y de Minas del Frío.


LA INVASIÓN
Después de derrotada la llamada ofensiva de verano que desató la soldadesca batistiana contra los insurrectos en la Sierra Maestra, el Comandante en Jefe consideró que había llegado el momento oportuno para intensificar la lucha en todo el país. Decide, entonces, enviar columnas hacia el centro y occidente de Cuba teniendo en cuenta la experiencia de la guerra mambisa de 1895. En su orden militar exponía:
Se asigna al Comandante Ernesto Guevara la misión de conducir desde la Sierra Maestra hasta la provincia de Las Villas una columna rebelde y operar en dicho territorio de acuerdo con el plan estratégico del Ejército Rebelde.
La Columna No 8 que se destina a ese objetivo, llevará el nombre de Ciro Redondo, en homenaje al heroico Capitán rebelde muerto en acción y ascendido póstumamente a Comandante. La Columna No 8 Ciro Redondo partirá de Las Mercedes entre el 24 y 30 de agosto.
Pardillo integró la tropa que durante 47 días recorrió unos 500 kilómetros hasta llegar a las montañas del Escambray.
"El Che nos reunió en Las Mercedes para comunicarnos la orden de Fidel de bajar al llano. Explicó lo difícil de aquella misión pues debíamos enfrentar la supremacía militar del enemigo en condiciones adversas. Luego de esbozar los riesgos pidió disposición y dio la oportunidad a quienes quisieran quedarse con otra tropa. Algunos, aunque muy pocos, lo hicieron por razones de familiaridad.
"Concedió un pase de tres días a los que vivían cerca de la zona para despedirse de la familia y pudieran reflexionar sobre la tarea. Aquello constituyó una preparación psicológica del Che".
En la primera escuadra (la de Ramón Pardo Guerra), del pelotón de avanzada (el de Joel Iglesias), venía el guerrillero tayabacoense enfrentado las vicisitudes vaticinadas por el Che. La travesía se llevaba a cabo en ocasiones sin prácticos, caminado por ciénagas, tomando agua de pantanos, comiendo pocas veces, sorteando la aviación, combatiendo en emboscadas y, por si fuera poco, resistiendo el azote de dos ciclones.


VALOR HUMANO DEL CHE
"Un compañero y yo nos alternábamos para cargar una bomba de 25 libras. Un día le tocaba a él y al siguiente a mí. Ambos estábamos en malas condiciones físicas por lo que se hacía insoportable aquel peso por encima del de la mochila y del armamento personal. Yo siempre trataba de hacer un esfuerzo.
"Julio Fajardo se negó a llevarla en una oportunidad que le tocaba a él. Por disciplina la recogí, pero cuando había caminado un buen tramo empezamos a discutir. De pronto un hombre a caballo se acercó y nos tiró el animal encima. En medio de la oscura noche descubrimos que era el Che, quien molesto nos llamó la atención y dijo: ´mañana nos vemos para conversar sobre este asunto´.
"Temía que nos enviaran castigados al pelotón de los descamisados. Le dije a Fajardo: viste lo que nos buscamos?. Al otro día Guille nos ordenó presentarnos ante el Che.
"Al vernos dijo: ´Así que vosotros fueron los del escándalo anoche que puso en peligro la columna... ´ Después de un fuerte regaño nos mandó para nuestra escuadra. Cuando apenas habíamos virado las espaldas nos llamó. Pensé que nos quitaría las armas y nos castigaría".
Corta el relato, inspira y no puede evitar la humedad intensa en sus brillosos ojos.
"Nos sorprendió cuando se excusó con nosotros por habernos tirado el caballo encima. ´Yo cometí un error anoche´ - dijo- no debí hacerlo, pero me molestó mucho la actitud de ustedes´. ¡Qué clase de lección nos dio!. Fue una prueba de su valor humano".


EL CHE LO DA COMO POSIBLE DESERTOR
Después del combate de Cuatro Compañeros, en la provincia de Camagüey, el contingente rebelde acampó en el batey de Rosa Liberal. A las cuatro y treinta de la mañana del lunes 6 de octubre se puso en marcha pero el joven espirituano no pudo continuar.
Joel Iglesias, en su libro De la Sierra Maestra al Escambray, narra los hechos:
Durante el desplazamiento de la Columna, el compañero Rolando Pardillo, de la primera escuadra de mi pelotón, al darse la orden de salida se quedó rezagado y se extravió posteriormente. Producto del mal estado en que se encontraba físicamente, además de las pésimas condiciones en que tenía los pies, el compañero, impedido de ponerse los zapatos, comenzó a retrasarse.
El compañero Emérito Meriño, de nuestro pelotón, que vio la situación de Pardillo, lo instó a que se apresurara, pero el compañero, por la hinchazón de sus pies, no lograba calzarse los zapatos. Emérito, al ver cómo se retrasaban ambos, le planteó que debía continuar y que no podía esperarlo. Apresuradamente se marchó para incorporarse a la tropa que ya se alejaba.
Pardillo, sin ponerse los zapatos, al cabo de un rato, salió también, tratando de alcanzar el grueso de la Columna.
...Después de grandes esfuerzos... se desplazó. Ya era completamente de día cuando llegó a un lugar más alto y seco. Allí se tiró definitivamente sobre su mochila, sin tener esperanzas de lograr darle alcance al resto de la tropa. Conservaba en su poder el fusil Springfield, una pistola y una granada, además de 130 proyectiles.
En un informe enviado a Fidel desde El Escambray, el Che relató algunos incidentes ocurridos el 7 de octubre al acampar en el lugar conocido como Monte de Hilario:
Este día para tratar de limpiar la escoria de la Columna, ordené el licenciamiento de todo el que lo solicitara, siete aprovecharon la oportunidad y doy sus nombres para la historia negativa de esta revolución: Victor Sarduy, Juan Noguera, Ernesto Magaña, Rigoberto Solís, Oscar Macías Elias, Teodoro Reyes y Rigoberto Alarcón. Un día antes se había extraviado y sospecho que desertó Pardillo, del pelotón de Joel (...)
Más de una vez se vio en situación embarazosa que la casualidad le ayudó a salvar la vida como la noche en que divisó, a escasos metros, una lucecita roja que según supo después se trataba de un carro blindado; o cuando un pelotón de guardias en busca de unas vacas avanzó casi hasta el cayo de monte donde estaba escondido.
Siempre se preparó para vender cara su vida: granada y fusil en manos, y la pistola desenfundada estuvieron a punto de detonar en cada contingencia.
Al hacer contacto con integrantes del "26" que hacían gestiones para encontrarlo por orientación del Jefe de la Columna No 8, le recomendaron pelarse, afeitarse y entregar las armas, pero "comnigo no hubo arreglos. Se los dije claro: ni me pelo, ni entrego las armas; yo voy por la misma ruta de la invasión hasta donde está el Che".
Y así fue, por el camino se le unió una treintena de revolucionarios que quisieron alzarse en contra del régimen imperante. Llegó a Caballete de Casas, Comandancia General de la guerrilla en El Escambray.
"Cuando el Che me ve le expresó a un compañero: ´Mira, el que se apendejó...´ Me hizo varias preguntas y le expliqué lo sucedido. Seguí con él en la campaña de Las Villas y al triunfar la Revolución estuve a su lado en La Cabaña. Luego me designaron para otras misiones como la de jefe de tanque en la Isla de Pinos".
Conversar con Pardillo sobre estos apasionantes temas de la historia es como quedar suspendido en el tiempo. Sus anécdotas sin alardes, ni afán de protagonismo hacen admirar a este hombre quien con la misma voluntad que empunó las armas fue solidario hasta con el enemigo en circunstancias especiales, por eso cuando la toma y liberación de Cabaiguán donó sangre para un casquito herido en la cabeza.
Las operaciones en el abdomen lo obligaron a jubilarse de las FAR después de haber cumplido, también, misiones militares en Argelia y Etiopía. Su grado de Mayor de la Reserva, las medallas de las Columnas Uno y Ocho, y la Orden Camilo Cienfuegos, que guarda con discreción, constituyen sus mejores trofeos.
Como muchos cubanos que compartieron con el Guerrillero Heroico momentos inolvidables no creía cierta aquella triste noticia del 9 de octubre de 1967.
"Después de recibir tan fuerte impacto reflexioné en medio de la gran nostalgia y llegué a la conclusión de que también él era mortal. Pero el Che muerto le hace tanto daño al imperialismo como si estuviera vivo. Su imagen ha llegado, en forma de símbolo, a todo el mundo".

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