miércoles, 13 de octubre de 2010

Una ambulancia para el Che


Junto a otros dos colegas, el médico Mario Pérez Echemendía maduró la idea de llegar junto al Che cuando éste había instalado su Comandancia en Manaca Ranzola, muy cerca de El Pedrero, en el municipio espirituano de Fomento, a finales de 1958.

"El doctor Santiago Gallo -recordó Mario- era paciente mío y una gente de confianza. El tenía buenas relaciones con Fernández Ceballo, pastor de la Iglesia Presbiteriana de Cabaiguán y simpatizante del movimiento revolucionario.
“Aprovechamos esa posición del pastor y le comunicamos nuestra decisión de alzarnos; además le propusimos llevarnos la ambulancia que se guardaba en su iglesia para entregársela al Che porque sabíamos que sería muy últil. El aceptó sin vacilación”.
Al contar la anécdota el cirujano sonríe, pero reconoce que la falta de cautela pudo haberles costado caro a él y a sus dos compañeros aquella acción clandestina:
"Una noche antes de nuestra partida (a mediados de diciembre del ´58) depositamos los equipajes en el carro que esa misma madrugada partiría con su chofer para las lomas simulando un robo. Nosotros lo haríamos al amanecer.
“Enviamos documentos y objetos que podían identificarnos. No sé qué hubiese pasado si los guardias de Batista hubieran interceptado a la ambulancia. Por suerte nos enteramos de que la carretera con rumbo a Santa Lucía estaba bloqueada por el ejército, entonces por Ojo de Agua salió el vehículo, tipo panel con tracción en las cuatro ruedas, que tenía una planta eléctrica de 5 kilos e instrumental quirúrgico suficiente para realizar operaciones mayores".
Temprano en la mañana los doctores Ramón Alemán López, Ernesto Rúas Albert y Pérez Echemendía se trasladaron a la clínica de Marqués, en el municipio de Cabaiguán. Allí permanecieron hasta las 11:00 am, hora en que se les informó sobre la retirada de los soldados de la carretera de Santa Lucía. Alemán y Mario se fueron en un jeep y Rúas, en su automóvil. Los tres llegaron al lugar de destino sin contratiempos.


ENCUENTRO CON EL GUERRILLERO HEROCIO
Rápidamente los huéspedes se percataron de la recia personalidad del Jefe Guerrillero: "Al llegar a Manaca Ranzola nos encontramos al Che parado en el portal de la escuela que servía de campamento. Entablamos el diálogo con él y se puso contento por el trofeo que le habíamos obsequiado.
“Cuando conversábamos pasó por nuestro lado un combatiente de barba muy grande y con un fusil Garand en el hombro. El Che lo llamó, le quitó el arma y lo requirió fuertemente porque en ese momento los rebeldes aptos para combatir se encontraban en Fomento puesto que en breves horas se realizaría el ataque a la guarnición de esa ciudad".
Mario recordó así el escenario de Manaca Ranzola: "Alrededor de la Comandancia había algunas casas de campesinos, abandonadas por éstos durante la ofensiva de la tiranía sobre el Pedrero en los primeros días de diciembre. Todas fueron ocupadas por el Ejército Rebelde; en una estaba la pequeña cárcel para los prisioneros de guerra; en otra, un almacén, y en la tercera, el hospital de campaña donde atendimos a los campesinos enfermos y a los combatientes heridos, los nuestros y los enemigos”.
Luego del improvisado diálogo entre los recién llegados y el Comandante en Jefe de Las Villas por el Movimiento 26 de Julio, éste se marchó para dirigir las acciones de la toma y liberación de Fomento.
"Ya había culminado el combate de esa ciudad cuando tarde en la noche, creo que era el 18 o 19 de diciembre el Che llegó al campamento a buscarnos para intervenir a un compañero herido. Inmediatamente fuimos para allá los doctores Oscar Fernández Mell (al timón del jeep), Fernández Adán y yo.
“LLegamos a la clínica Martí y nos encontramos al combatiente malherido, se trataba del entonces Capitán Joel Iglesias, a quien un proyectil le atravesó el hombro izquierdo y se le había alojado en la mandíbula. Lo operamos entre un ortopédico y varios cirujanos".


OSADIA DEL CHE EN LA TOMA DE CABAIGUAN
Las fuerzas rebeldes al mando del Comandante Guevara no pierden tiempo. Se lanzan sobre Cabaiguán para tratar de liberar la ciudad. El jefe de la guarnición no quería rendirse. Al conocer Mario que se trataba del Capitán Pelayo González, quien tenía lazos de amistad con su familia le propone al Che conversar con él.
"¿Usted cree, médico, que surta efecto?, me preguntó y dije, bueno Comandante con probar no se pierde nada. El aceptó. Llegamos al centro telefónico e inmediatamente establecí comunicación con el jefe del puesto. Le expliqué la situación y le recordé que ya Fomento había caído; me respondió que estaba esperando refuerzos.
"Mire Capitán, le insistí, no espere refuerzos porque las carreteras están tomadas por los rebeldes. El Che dice que va a tirarle al cuartel con una bazuca. Es mejor hacer una tregua para sacar a los heridos y conversar. Estuvo de acuerdo, pero solicitó que participara un grupo de las fuerzas vivas del pueblo. Así se hizo, integraron la comitiva el cura, un dentista, un terrateniente y alguna otra gente.
"Lo más sorprendente fue cuando le transmití al Che la petición y él me dijo que también iría. Había un pelotón nuestro que no conocía la orden de alto al fuego y al ver movimiento en el local de los guardias comenzó a tirar hacia allá desconociendo que el Che estaba dentro.
"En ese momento llega a nuestro lado Ramiro Valdés, segundo jefe de la Columna 8 Ciro Redondo, preguntó por el Che, le expliqué, pero no entendía. Se puso de muy mal humor, profirió varias palabrotas y nos culpaba de haberlo dejado ir.
"Al ocurrir el tiroteo, el Che llama por teléfono y me pregunta qué sucede que se está tirando en medio de la tregua. Nos ordena enviar urgente una ambulancia para sacar a un soldado herido. En el vehículo, junto con éste y parado sobre el estribo venía él. Nos pusimos todos muy contentos al verlo. Le pregunté sobre la rendición y me dijo casi al oído: No diga nada, médico, no hay problemas, hasta tomé cerveza con ellos".
Al poco rato los soldados deponían las armas. El Capitán Pelayo González reconocía después el trato ofrecido por los rebeldes a los prisioneros, incluso a los oficiales les permitieron llevarse el arma corta de reglamento.
El Jefe de las tropas insurrectas sufre un esguince en el brazo izquierdo al cruzar un muro. Pérez Echemendía recuerda cómo el doctor Alemán le puso el yeso y él le suministraba las aspirinas que pedía de cuatro en cuatro por el dolor tan intenso.
Otra anécdota relatada por el doctor Pérez Echemendía confirma el valor de uno de los hombres más carismáticos de la Columna 8, Roberto Rodríguez, el jefe del pelotón suicida:
"Después de la rendición, el Vaquerito (como le decíamos) y yo entramos al cuartel, junto a otros compañeros, a recoger las armas. Allí un soldado le dice, Chico te me regalaste, estabas tirando de pie desde aquella azotea y yo te disparé, la suerte fue que el fusil no picó la bala. Después tú me tiraste y la bala me pasó rozando.
"Aquella conversación parecía un cuento de niños cuando juegan a la guerra, pero fue cierta y dice mucho del arrojo del Vaquerito".
Al terminar la contienda bélica, Mario le pide al Che en La Cabaña regresar a su provincia. El Comandante acepta, entonces el médico espirituano es ascendido al grado de Capitán y designado director del hospital militar de Santa Clara y jefe del Negociado de Salud en Las Villas.
Después del triunfo revolucionario en enero de 1959 cumplió múltiples tareas hasta su jubilación en el Instituto de Oncología, en Ciudad de La Habana. También escribió un libro sobre cáncer ginecológico y en sus memorias se cuenta la iniciativa de llevarle al Che la ambulancia, lo que le permitió hacerse guerrillero, uno de los más grandes orgullos de su vida.

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