martes, 19 de octubre de 2010

Me deben un trago



Con apenas 18 años de edad se alzó
Pardo Guerra en la Sierra Maestra
 
    El General de División Ramón Pardo Guerra rehuye hablar de sí mismo. Pero ante nuestra lacónica argumentación le resultó difícil eludir la solicitud:
   -Es bueno, General, que las nuevas generaciones conozcan la Historia y puedan inspirarse en ella.
   - Está bien, por la noche hacemos una sobremesa y conversamos…
   La cita, pactada en ocasión de una visita del Jefe del Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil a Sancti Spíritus, desborda emociones y transcurre con la sencillez que caracteriza a los verdaderos héroes.
   Proveniente de una familia campesina de la Sierra Maestra, Pardo Guerra contaba apenas nueve años cuando va a estudiar a Banes  con un pastor de la Iglesia Bautista que era amigo de su papá, y a quien considera como su segundo padre porque le proporcionó educación y riqueza espiritual.
   Gracias a él alcanzó el sexto grado, aprendió inglés, mecanografía y adquirió cierta cultura general. Luego trabajó en Caimanera.
   “Regresé a la Sierra en octubre o noviembre de 1956 con la intención de que el viejo me prestara dinero para viajar a Estados Unidos, porque una tía vivía allá y así podría continuar los estudios. Pero estando en casa de mis padres ocurre el desembarco del Granma y a los pocos días Fidel y sus hombres se internan en las montañas.
   “Comienzan las acciones, entre ellas el combate de La Plata, que fue el más cercano al lugar donde yo vivía. Todo aquello fue cambiando mi mentalidad”.
   El adolescente se sintió atraído por esos hombres que pretendían liberar a Cuba. Conoce a algunos guerrilleros luego del combate del Uvero, quienes heridos de balas, se alojan en la casa de Israel, el mayor de sus 17 hermanos. Allí se vincula con Almeida, el Che entre otros guerrilleros.
   “Después que se marchan los rebeldes para unirse a Fidel, un grupito de campesinos con la idea de alzarnos nos quedamos en la zona porque no teníamos armas, pero alguien denunció al Ejército  nuestra vinculación con los revolucionarios y cogen preso al viejo. Mi madre fue hasta donde estaba prisionero y, por suerte lo soltaron aunque bastante golpeado”.
   A mediados de agosto de 1957 hace contacto con el Che y se queda en la comandancia bajo sus órdenes. Tenía entonces 18  años de edad. Junto al querido jefe guerrillero participa en la campaña de la Sierra Maestra donde se libran varios combates.


IDENTIFICACIÓN CON EL CHE
ID   Con admiración habla del gran guerrillero argentino-cubano.
   “Él tenía su forma de ser. A veces la gente quería compararlo con Camilo, pero él no era cubano y Camilo sí y como tal era simpático, alegre, jaranero, aunque el Che también lo era, pero poseía otro carácter. Cada uno tiene su carácter, su idiosincrasia.
   “A algunos les caía pesado por las cosas que expresaba, por ejemplo, ante determinadas situaciones te decía: ‘Eh, vos, eres un pendejo, te apendejaste...’, pero esa era su forma y nosotros (el grupo que estábamos junto a él) lo quisimos mucho, jugábamos con él y lo respetábamos. Ganó la autoridad, respeto y cariño.
   “Tampoco era fácil ganarse la autoridad y la simpatía de una tropa donde había gente con distintas formaciones y nivel cultural. Sin embargo, el Che lo logró al igual que lo hizo Máximo Gómez en su época en Cuba”.
    Guile, como afectuosamente llamaban a Pardo sus compañeros de armas, evoca una anécdota que explica por sí misma la exigencia del legendario Comandante de América:
   “En el combate contra la tropa de Sánchez Mosquera, en noviembre de 1957, en Altos de Conrado, yo tengo el fusil con mirilla telescópica del Che. Se me encasquilla y le pido el de un compañero que no tenía mucha experiencia en acciones de guerra  y le entrego el de la mirilla para que se lo llevara. Yo confío en que así lo haría, pero se fue y lo dejó. Después le pregunto por la mirilla y me responde:
   -¿Qué mirilla?
   -¿Tú no cogiste la mirilla?, le digo y me explica que no.
   “Imagínate lo que sucedió cuando el Che se enteró, me echó tremenda descarga”.
El Guerrillero Heroico escribió sobre aquel incidente:
(...) la orden fue terminante: Tenía que ir con una arma corta y rescatar el fusil en manos del enemigo o traer otro. Cabizbajo, partió Guile a cumplir su misión, pero a las pocas horas volvía sonriente con su propia arma en la mano, el enigma despejado era que el ejército nunca avanzó más allá del lugar donde se atrincheró al resistir nuestro ataque, que cada uno se había retirado por su lado de modo que ningún ser viviente había llegado hasta el puesto de combate, lo único que había sufrido el fusil era un aguacero.
   La actitud de Guile en el cumplimiento de distintas misiones le valieron para que después de derrotada la ofensiva de la tiranía sobre la Sierra Maestra en el verano de 1958, el Comandante Ernesto Guevara lo seleccionara para integrar la Columna No. 8 Ciro Redondo, cuya misión encomendada por Fidel consistía en extender la guerra al centro del país.
   En la marcha de la tropa hacia Las Villas ostentó la responsabilidad de jefe de la primera escuadra en el pelotón de la avanzada, el del joven Joel Iglesias, de quien era su segundo al mando.
   “Fueron días muy difíciles. Durante la invasión, que duró más de 45 días, tuvimos que enfrentar el acoso de las tropas de Batista con las que mantuvimos algunos combates como los de La Federal y Cuatro Compañeros. También afrontamos dos ciclones. Las jornadas resultaron agotadoras, a veces las hacíamos sin prácticos, con sed y con hambre. Pero la voluntad siempre se impuso entre los 140 hombres que cumplimos aquella misión”.

EL ASCENSO A CAPITÁN
   Al establecerse la Columna No. 8 en el macizo del Escambray, en el último cuatrimestre de 1958, su jefe, quien también lo era del Movimiento 26 de Julio en Las Villas, traza las líneas estratégicas y tácticas, y como parte de esta última decide distribuir las fuerzas para hostigar al enemigo en distintos sitios del territorio montañoso y sus estribaciones. En correspondencia con ello una parte del pelotón de la avanzada, bajo las órdenes de Pardo Guerra, opera en una zona cercana al poblado de Banao.
   El Che inicia su campaña sobre ciudades y poblados para liberarlos. El 18 de diciembre Fomento se convierte en el primer municipio libre de Las Villas.
   Inmediatamente la acción rebelde se hace sentir sobre Cabaiguán. Pardo recuerda:
   “Él me manda a buscar y me ordena que reagrupe el pelotón, porque Joel había sido herido en el combate de Fomento. Entonces quedé al frente de toda esa tropa”.
   Con naturalidad, sin el menor síntoma de protagonismo, relata:
  “Lo de mi ascenso fue muy sencillo. Un compañero me dijo: ‘Oye, Guile, están dando por la radio de Cabaiguán que te ascendieron a capitán’. Yo no lo sabía oficialmente hasta que ese día, creo que el 22 de diciembre, el Che estaba repartiendo las misiones para tomar la ciudad y me dice con su forma y acento característicos: ‘Oye, vos, mira a ver cómo te comportas de capitán.
   “Así fue que obtuve ese grado en el Ejército Rebelde”. Hace una breve pausa, sonríe discretamente y en tono jocoso expresa: “No pude celebrarlo. Ni me tomé un trago ese día, todavía me lo deben en Cabaiguán”. Acto seguido aclara: “No, porque nosotros no tomábamos...”
  Riesgosas misiones cumplió Guile en la campaña de Las Villas, que culminó con la Batalla de Santa Clara a finales de diciembre, en la que él, al frente de su pelotón, tuvo, entre otros, el cometido de obstaculizar la línea del ferrocarril para descarrilar el Tren Blindado, único con que el régimen contaba en el país y que por su composición en hombres y armamento constituía una fortaleza.
   Después del triunfo de la Revolución se ha desempeñado en disímiles cargos como jefe de una brigada de tanques, sustituto del Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) para el armamento y la técnica, inspector principal de ese Ministerio hasta la responsabilidad que ocupa actualmente. También fue segundo jefe de la Misión Militar en Angola.
   Siente el orgullo de integrar el grupo de siete hermanos que estuvieron alzados en la Sierra Maestra y al terminar la guerra, seis eran oficiales del Ejército Rebelde. Uno falleció en combate y otro resultó herido.
    “Tuvimos suerte”, expresa con modestia Pardo, quien pertenece a una familia con momentos interesantes de su vida recogidos en el documental Los Pardo y en el libro Estirpe de Leones.




Después de ser herido Joel Iglesias en la batalla de Fomento,
Guile quedó al frente del pelotónde la avanzada
      

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